Description

Sus orígenes se remontan al año mil, cuando Santo Domingo de Foligno, monje benedictino, fundó un monasterio dedicado a San Benito en este lugar de belleza salvaje y soledad, que ya era un lugar de ermitas, como atestigua la cercana gruta mística de la Madonna delle Cese, excavada en la montaña y construida bajo un alto acantilado. A instancias del papa Inocencio III de Anagnina, en 1204 la abadía y la propiedad pasaron a los cartujos, que supervisaron la construcción de un nuevo monasterio más acorde con su vida y regla monástica. El monasterio es un complejo orgánico de edificios, avenidas y jardines en una breve plaza con vistas a una sima boscosa. En esta plaza se encuentra la antigua hospedería de estilo románico-gótico, conocida como el "Palacio de Inocencio III", a quien, de hecho, le gustaba alojarse aquí, y que ahora alberga la importante biblioteca que cuenta con más de 36.000 volúmenes. Enfrente se encuentra la iglesia abacial dedicada a San Bartolomé. Remodelado a lo largo de los siglos, es de estilo dieciochesco, con una fachada neoclásica. El interior de una sola nave está dividido por un iconostasio en dos partes, la de los conversos y la de los Padres, de acuerdo con la característica peculiar de la iglesia cartujana; en ambas destacan los coros de madera. En las paredes hay pinturas de Filippo Balbi, mientras que la bóveda de cañón está decorada con frescos de Giuseppe Caci. Los dos claustros son admirables. La más pequeña encierra el cementerio cartujo, a cuya izquierda se abre la sala capitular (con suelo de marquetería sobre fondo de nogal oscuro), en cuyas paredes se pueden admirar ocho pinturas de María Magdalena, probablemente de Caci. En cambio, el gran claustro, del siglo XVIII, se encuentra en un nivel inferior al de la iglesia y es de estilo renacentista. También hay que prestar especial atención a la sacristía, que destaca por su mobiliario de nogal de la escuela cartujana y por los frescos de la bóveda que representan la vida de la Virgen. La joya de la Cartuja es la Farmacia, alojada en un edificio con un jardín delante caracterizado por los setos de boj, modelados con curiosas formas por los propios monjes, que en su día fue un jardín botánico. Se construyó en el siglo XVIII, pero los monjes de la Cartuja siempre han recogido hierbas en las montañas de los alrededores con las que preparaban medicinas, ungüentos, fármacos, que colocaban en jarras de barro. Todavía se pueden admirar perfectamente alineados en una de las dos encantadoras salas. La producción de licores tradicionales aún sobrevive en la actualidad. Las salas de la farmacia están amuebladas con muebles del siglo XVIII y hermosas estanterías de madera, en las que se exponen bellamente cajas de haya y jarrones de cristal y cerámica. Única es la decoración pictórica, especialmente del llamado, salottino del Balbi, la sala de espera que lleva el nombre del principal decorador de todo el complejo, el pintor napolitano Filippo Balbi, que entre 1857 y 1865 se alojó en la Cartuja durante mucho tiempo como refugio del asedio borbónico y ejecutó numerosos cuadros. Sin embargo, llaman la atención del visitante las bóvedas de crucería de la sala principal de la botica, decorada a finales del siglo XVIII por Giacomo Manco en estilo pompeyano, en deferencia a la moda que estalló tras los primeros descubrimientos de pinturas en Pompeya y Herculano. Por último, también en la Farmacia, se puede admirar un llamativo cuadro de tamaño natural de Balbi que representa a Frà Benedetto Ricciardi, director de la Farmacia hasta su muerte en 1863. Este cuadro, debido al hábil juego de perspectivas, muestra una fuerte impresión de realismo. Por todas estas particularidades, por la variedad de estilos y temas, por su importancia histórica y artística, la Cartuja de Trisulti, habitada y gestionada por los padres cistercienses desde 1947, fue declarada Monumento Nacional en 1890.