Description

La fundación de Nola con el nombre de NUV-LA, ciudad nueva, debe remontarse al siglo VI-V a.C. por los oscos, como parece atestiguar el Cippus Abellanus, una piedra caliza escrita en lengua osca, hoy conservada en el Seminario Episcopal de Nola. El adjetivo nuevo se habría utilizado para distinguirla de la antigua ciudad, HYRIA, construida en las laderas de la colina cercana al noreste de la ciudad actual y destruida quizás por desastres naturales . Los hallazgos arqueológicos en su territorio atestiguan que Nola debió estar bajo la beneficiosa influencia de las civilizaciones etrusca y griega. La ciudad alcanzó tal nivel de riqueza y lujo que atrajo la atención de los samnitas, un pueblo guerrero que habitaba en Sannio. Cuando los romanos declararon la guerra a los samnitas para apoderarse de las ricas y fértiles tierras de Campania, la historia de Nola se entrelazó con la de Roma, alternándose sucesos de rivalidad y amistad: por el valor y el coraje demostrado por los nolanos en la defensa de la ciudad en la segunda guerra samnita, los romanos la elevaron a Municipium; durante las guerras cartaginesas fue muy leal a Roma pero, más tarde, al ver mermada su autonomía, participó en la revuelta itálica contra Roma y, tras diez años de resistencia, en el 80 a.C. fue conquistada por Sannio.C. fue conquistada por Sula, que estableció allí una colonia de sus veteranos. Tras una ruinosa guerra servil que puso fin a la Res publica Nolanorum, Nola sólo recuperó su fortuna con Augusto, convirtiéndose en la Colonia Nolana Félix Augusta. Tras la muerte de Augusto, acaecida en la propia Nola en el año 14 a.C., comenzó un lento declive para la ciudad: de ser un activo centro de tráfico y comercio, pasó a ser una ciudad predominantemente agrícola. Las invasiones bárbaras no hicieron más que empeorar la situación de la ciudad: en el año 410 fue saqueada por los godos de Alarico que, entre otros, hicieron prisionero a San Paulino, obispo de Nola; en el 455 fue devastada por los vándalos y, en el 594, por los lombardos. Ocupada por los normandos, fue incorporada al Reino de las Dos Sicilias. A principios del año 1200, Nola se alió con Nápoles bajo el mando de Federico II de Suabia. Implicada en las guerras entre suevos y angevinos, en 1269 Nola y sus tierras fueron concedidas como feudo por Carlos de Anjou a Guido di Monfort, que fue investido con el título de Conde de Nola. Guido murió en 1290 sin dejar herederos, por lo que el condado pasó a su yerno Romano Orsini, con el que se inició el Señorío Orsini. Nola volvió a su antiguo esplendor. Después de los Orsini, con el Tratado de Cateau Cambresis, Nola pasó a manos de los españoles que, si privaron a la ciudad de su libertad, favorecieron su renacimiento cultural; baste pensar en Ambrogio Leone y Giordano Bruno que vivieron en este periodo. Manteniéndose fiel a los españoles, durante la revuelta de Masaniello, Nola experimentó un grave declive económico y cultural en 1700, hasta que, bajo el reinado de Carlos de Borbón, el obispo Troiano Caracciolo del Sole desplegó su labor ilustrada en la ciudad, fundando el nuevo Seminario Diocesano. En 1820 se inician las revueltas de los Carbonari en Nola: los tenientes Morelli y Silvati y el sacerdote nolés Minichini dirigen a los insurrectos para pedir a Fernando I, rey del Reino de las Dos Sicilias, la Constitución. La vitalidad civil de la ciudad también se manifestó más tarde, en 1943, con la resistencia a la opresión fascista. Después de la Segunda Guerra Mundial, tras perder su función militar, Nola trató de establecerse como un importante centro comercial y económico. Los ciudadanos ilustres de Nola fueron el filósofo Giordano Bruno, esforzado defensor del libre pensamiento, condenado por la Inquisición y quemado vivo en Roma en 1600, y Poncio Meropio Paulino, obispo de Nola, poeta y santo, en cuyo honor se celebra cada año en junio la Festa dei Gigli, importante para las tradiciones religiosas, folclóricas, antropológicas y culturales de la ciudad.