Se representa una escena de la vida militar en la que dos soldados están de patrulla. La escena tiene lugar en el momento más álgido del día, cuando no hay sombra y se percibe una clara sensación de calor y bochorno. Hay tres colores principales: negro, blanco y azul en varias tonalidades. Es un cuadro pequeño, que ofrece una escena de unos soldados obligados a sufrir, vistos como víctimas en un paisaje desolado, dominado por una intensa luminosidad. El sentido de la perspectiva lo da el muro de la derecha, cuya perfecta geometría interrumpe claramente la línea del horizonte, donde el ocre de la llanura árida se mezcla con el azul violáceo del cielo. Las figuras del soldado y del caballo en primer plano destacan con fuerza sobre el fondo blanco amarillento de la pared tostada por el sol. Los otros dos jinetes en la distancia equilibran el cuadro compositivamente, casi como si continuaran idealmente la perspectiva de la pared. Las sombras creadas por la fuente de luz sugieren que la escena tiene lugar en un bochornoso día de verano, quieto y somnoliento, que también detiene las actividades de los hombres. Hay fuertes contrastes de claroscuro: las gorras blancas contrastan con las chaquetas negras y el cielo azul intenso, y las túnicas y caballos negros contrastan con el suelo y la mampostería. En este cuadro se percibe una nueva relación entre el hombre y la naturaleza, ya no romántica sino realista. La figura humana, de hecho, está inmersa en el paisaje sin ser la protagonista, es decir, sin imponerse a la naturaleza.