La visita a las siete puertas no es sólo una oportunidad para descubrir la historia de la ciudad, sino también para realizar una sencilla ruta urbana a pie llena de sorpresas. La Puerta de Brandemburgo data del siglo XV y conserva, más que ninguna otra, el estilo gótico típico de la antigua Königsberg. Se trata de la única puerta que ha conservado su función de acceso a la ciudad y que, por tanto, es atravesada por el tráfico rodado. La Puerta de Friedland es ahora un museo, donde se puede disfrutar de un espectáculo multimedia sobre la historia de la ciudad. El museo está abierto todo el año, y también ofrece una rica proyección de fotografías de principios del siglo XIX y filmaciones de los años 30. La Puerta del Rey se construyó en el siglo XIX y conmemora la embajada de Pedro el Grande, que tuvo lugar en 1697. En su interior hay una exposición de maquetas del casco antiguo y de la historia de los protagonistas de la ciudad. En el exterior hay estatuas de Ottokar de Bohemia, que dio a la ciudad su nombre original, de Federico I de Prusia y del duque Alberto I de Prusia. La puerta de Rossgarten es, con mucho, la más popular entre los visitantes. En lo alto de su fachada hay relieves de dos generales prusianos, Gerhard von Scharnhorst y August Neidhardt von Gneisenau. La puerta ha sido reconstruida en gran parte y hoy alberga un popular restaurante. Más antigua es la Puerta de Sackheim, que data del siglo XIV. Tras la conquista de la ciudad por el ejército soviético, la puerta se utilizó como almacén. La puerta fue restaurada en 2006. La Puerta del Ataque y la Puerta del Ferrocarril son menos espectaculares, pero también merecen una visita.