Description
Hay un pueblo encantado donde los Alpes se sumergen en el azul del lago de Garda y el ambiente alpino abraza el Mediterráneo.
Entre las montañas y el lago, entre lo alpino y lo mediterráneo, se encuentra la verde meseta de Tremosine, un oasis natural intacto que tranquiliza el espíritu. Enfrente, al otro lado del lago, se encuentra el imponente monte Baldo y la sorprendente carretera que recorre el profundo desfiladero del torrente Brasa, a veces excavado en la roca y otras sobresaliendo por escarpados acantilados que te dejan asombrado. Cuando se inauguró en 1913, un corresponsal del Frankfurter Zeitung la describió como "la carretera más bonita del mundo". En pocos minutos, la carretera le lleva de la animada Riviera Gardesana a la tranquilidad de la meseta, desde cuyas terrazas con vistas al lago la naturaleza muestra al hombre todo su esplendor. Desde la "Thrill Terrace", suspendida a 350 metros sobre el lago, la vista es impresionante. Y al caer la noche, descubra las delicias de una cocina sencilla y refinada.
Tremosine, con su Pieve (iglesia parroquial) que sobresale de la roca con vistas al lago de Garda, es uno de los "Pueblos más bellos de Italia".
Pieve se encuentra en la cima de un acantilado excavado por el glaciar. El lago de Garda se encuentra a 65 metros sobre el nivel del mar, y la ciudad principal a 423. Durante siglos estuvieron unidos por uno de los caminos más bellos del mundo, el Sentiero del Porto, y todavía se puede caminar por él disfrutando de la impresionante vista y dejándose acariciar por la brisa del lago. El antiguo pavimento y las piedras ennegrecidas de los muros del refugio hablan de hombres y trueques, de mercancías llevadas a hombros con un esfuerzo monstruoso. Al llegar a la cima, la terraza en la que se instaló el teleférico a finales del siglo XIX te reconcilia con el paraíso que te rodea. Subiendo y bajando, bajando y subiendo, primero para llegar al puerto, casi escondido al pie del valle, y luego para llegar a la fábrica de algodón de Campione, fuente de trabajo para cientos de trabajadores. Subiendo y bajando también al monte, para cortar hierba para los animales, leña para el hogar pero también para la calchéra y el poiàt. Luego la caza, el establo, la posada... Pieve sigue viviendo esta dimensión entre el lago y el cielo, mientras que Baldo, la imponente montaña que se extiende sobre la orilla veronesa, se asemeja a un guardián atento y fiel. Al atardecer, cuando la llanura del fondo se tiñe de rojo, el conjunto de casas que rodean el Castèl y la iglesia te acoge en sus estrechas callejuelas y te protege.