Descrizione
La idea de crear un mural en Pisa surgió por casualidad tras un encuentro en la calle en Nueva York entre Haring y un joven estudiante de Pisa. El tema es el de la armonía y la paz en el mundo, visible a través de las conexiones y uniones entre las 30 figuras que, como un puzzle, pueblan los ciento ochenta metros cuadrados del muro del Convento de San Antonio.Cada personaje representa un "aspecto" diferente del mundo en paz: las tijeras "humanizadas" son la imagen de la colaboración concreta entre los hombres para derrotar a la serpiente, es decir, al mal, que ya estaba comiendo la cabeza de la figura de al lado; la mujer que sostiene al niño se refiere a la idea de la maternidad; los dos hombres que sostienen el delfín a la relación con la naturaleza. Eligió colores con tonos sutiles, que suavizan la violencia cromática que siempre le había distinguido, recuperando en parte los colores de los edificios pisanos y de la ciudad en su conjunto, para hacer compatible la obra con el contexto socio-ambiental en el que se encuentra. Es la única obra de Haring que fue concebida desde el principio como "permanente", no efímera y destinada a desaparecer en el uso o en la serialidad de la comunicación de masas, y de hecho tardó más tiempo en ejecutarla: una semana, frente a la jornada única a la que estaba acostumbrado a crear los otros murales. El primer día dibujó él mismo el contorno negro, sin ningún boceto preparatorio, y los días restantes, ayudado por los alumnos y los artesanos del Centro Caparol, que le suministraron las pinturas, eligiendo témperas acrílicas que podían mantener la calidad de los colores durante mucho tiempo, realizó el coloreado. El mural tiene un título insólito: "TUTTOMONDO", palabra que resume su constante búsqueda de encuentro e identificación con el público, ejemplificada en este caso por el personaje amarillo que camina, o corre, situado en el centro de la composición en el mismo plano que un hipotético transeúnte. Los treinta personajes del mural tienen la vitalidad y la energía típicas de Haring y de su incesante fervor creativo, que le permitieron dejar, pocos meses antes de su muerte por sida, una obra que es sobre todo un canto a la vida.
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