Description
Federico III da Montefeltro, el personaje más ilustre que unió la historia de la ciudad a su propia fama, gobernó Urbino de 1444 a 1482. Ejemplo de príncipe renacentista perfecto, condottiero orgulloso, amigo de Lorenzo de’Medici, político justo e ilustrado y mecenas de exquisito gusto y pasión, Federico supo condensar en una pequeña ciudad a las figuras más importantes de la cultura renacentista italiana. Con la intención de transformar su casa en el hogar de las musas, llamó a los mejores hombres y artistas de su tiempo: Piero della Francesca, Luciano Laurana, Leon Battista Alberti y Francesco di Giorgio Martini. Artistas como Rafael y Bramante dieron sus primeros pasos en esta cuna de la cultura.
En 1508 el ducado pasó a manos de la familia della Rovere, que, aunque no igualó el esplendor de los Montefeltro, siguió reuniendo a su alrededor a músicos y escenógrafos, artistas y hombres de letras; la corte trasladó entonces su sede a Pesaro.
Después de la gran época del Renacimiento, la ciudad vivió un periodo oscuro con el traspaso a la Iglesia en 1631, pero conoció un nuevo esplendor a principios del siglo XVIII, tras la elección al trono papal de Clemente XI, hijo de la principesca familia Albani. La familia Albani, con su mecenazgo ilustrado de las artes, promovió la construcción civil y religiosa y contribuyó a dar un nuevo rostro a la ciudad.
En la segunda mitad del siglo XV se llevó a cabo un proyecto urbanístico en el que participaron diversas personalidades del Ducado, interesadas en el estudio y la experimentación de la perspectiva a instancias del duque de Urbino Federico da Montefeltro. El centro histórico, que se extiende por algo más de un kilómetro cuadrado, está rodeado de murallas abaluartadas y construido enteramente con ladrillos cocidos. Con una forma romboidal alargada, el centro está dividido por dos calles principales, casi perpendiculares, que confluyen en la plaza principal. Lo que llama la atención del diseño urbano de Urbino es la densa textura urbana de sus calles, las repentinas subidas y bajadas, los callejones, las escaleras y los subterráneos, los palacios y las iglesias que, gracias también al paisaje circundante, forman un estupendo telón de fondo. El Palacio Ducal, una de las obras maestras más importantes del arte renacentista, fue diseñado por el arquitecto dálmata Luciano Laurana, que dio nombre a las dos afiladas torres de casi sesenta metros de altura, que son una invención original. La gran masa amurallada del Palacio se une a la ciudad circundante, dando vida al desarrollo de una “Città in forma di Palazzo” como la definió Baldassarre Castiglione. El espléndido patio de honor es una armonía de proporciones en la que destacan el diseño de los arcos y las columnas y el juego cromático de los materiales, desde el ladrillo rojo hasta el travertino claro. A su alrededor, esculpidas en un doble friso, se encuentran las alabanzas tejidas en latín al gran Federico, concretando aún más el ideal de armonía y equilibrio del primer Renacimiento.