Description
La antigua Treia se encontraba en la zona del actual complejo del Santuario del Santo Crucifijo, a lo largo de un ramal de la Vía Flaminia que llevaba de Septempeda (San Severino) a Ancón (Ancona), pasando por Auxium (Osimo). Fundada por los sabinos en el 380 a.C., deriva su nombre del de la diosa Trea-Jana, divinidad de origen greco-siciliano a la que se rendía culto; primero colonia romana, luego municipio (109 a.C.), alcanzó una considerable extensión urbana e importancia militar. Su posición en una antigua vía favoreció, en la Alta Edad Media, con la decadencia del Imperio, los pasos y las incursiones de diversos ejércitos bárbaros que cruzaban la península en dirección a Roma. Los habitantes, para huir de los constantes saqueos y también por el cambio de las condiciones políticas, sociales y ambientales, abandonaron la ciudad en la llanura y se refugiaron en las tres pequeñas colinas cercanas, que permitían una defensa más fácil. La nueva ciudad tomó así el nombre de Montecchio (Monticulum o Monteclum: pequeña montaña), que sólo cambió en 1790, cuando Pío VI la elevó al rango de "ciudad", retomando el antiguo nombre de Treia. Aunque sometida, como casi todas las demás ciudades de la Marca, al Estado eclesiástico, hacia los siglos XI-XII la ciudad se dotó de un ordenamiento municipal propio (en 1157 se mencionan dos cónsules) y adquirió una fisonomía precisa: la consecuencia fue la construcción de un imponente sistema defensivo compuesto por los tres castillos de Onglavina, Elce y Cassero, el poderoso cerco de murallas y las diversas puertas de acceso. Dos episodios bélicos especialmente importantes han marcado la historia de Montecchio: durante los conflictos entre el Papado y el Imperio, la ciudad fue asediada una vez en 1239 por el ejército del rey Enzo, hijo natural de Federico II, y en 1263 por el de Conrado de Antioquía, nieto de Federico II. Los dos acontecimientos tuvieron un resultado positivo para los Montecchiesi, de hecho en la segunda ocasión consiguieron hacer prisionero al mismo Conrado, que sin embargo volvió a la libertad tras dos meses de prisión en el castillo de Cassero, por la supuesta traición del podestà Baglioni, que se dejó corromper por el enemigo. Treia, o más bien Montecchio, permaneció bajo el control directo o indirecto del Estado Pontificio, aunque con diferentes paréntesis determinados por la sucesión de acontecimientos políticos, hasta 1860, cuando, tras la batalla de Castelfidardo, la ciudad fue anexionada al Reino de Italia.
En el centro histórico encontramos la Iglesia de San Francisco y la Iglesia de San Miguel de estilo románico mezclado con gótico. La iglesia gótica de Santa Chiara contiene una estatua de la Virgen de Loreto realizada en madera de cedro libanés. También merece la pena visitar la Villa Spada (La Quiete), diseñada por el arquitecto Giuseppe Valadier, el Santuario Santissimo Crocefisso, diseñado por Cesare Bazzani a principios del siglo XX, con un fresco de San Sebastián de la escuela de Umbría del siglo XVI y un crucifijo del siglo XVI de arte local sobre el altar mayor. No hay que perderse la Torre Onglavina, que flanquea el muro cortina y se abre a unas vistas maravillosas. El Museo Arqueológico Cívico, situado en el Convento de San Francisco, conserva numerosos fragmentos escultóricos, elementos arquitectónicos e inscripciones que atestiguan las diferentes fases de evolución de la Treia romana y sus estrechos vínculos con Oriente, especialmente con Egipto.
Un evento importante, uno de los más importantes a nivel nacional, es la disfida del bracciale (desafío de la pulsera), que tiene lugar en la ciudad de Treia.
La Disfida del Bracciale (Desafío del Brazalete) es una conmemoración histórica que se celebra cada año el primer domingo de agosto desde el siglo XIX y que recuerda la época dorada del brazalete con el noble de Treia y gran jugador: Carlo Didimi. Recordándolo y celebrándolo, hoy la ciudad recrea el ambiente de aquellos tiempos y los barrios siempre se han dividido por colores, Onglavina (amarillo) Cassero (verde) Vallesacco (morado) y Borgo (azul). Cada noche, el centro histórico se anima con numerosos espectáculos de música y entretenimiento, e incluso se redescubren y degustan recetas de la época en las tabernas del barrio. El domingo es el día dedicado al juego y el ganador conserva el trofeo hasta la siguiente edición. El origen de este juego (pelota) viene de muy lejos, desde la antigua Grecia se ha convertido en un juego clásico y escenario de famosos desafíos en estas canchas. La pulsera forma parte de la historia de la ciudad de Treia. En pocas palabras, el juego consiste en lo siguiente: los equipos están formados por un bateador, un defensa y un suplente, y un mandarín (un personaje ajeno al juego), pero que tiene la importantísima tarea de enviar la pelota al bateador antes de que éste salga de la jaula de bateo. El juego se asemeja en parte al tenis y el recuento de puntos está en 15. Cada juego se divide en fracciones llamadas trampolines que suelen componer cuatro juegos. Treia es una ciudad que merece la pena visitar, impregnada de tradición, de memoria y de la belleza de la historia.